Quién
dijo que las sagas familiares como Dallas, Dinastía o Falcon Crest
nada tienen que ver con la realidad? La ambición empresarial y el
olfato para los negocios nunca están de más. Pero con frecuencia detrás
de una fortuna suele haber, en origen, una jugosa herencia.Es el caso
de la familia Quandt. El clan industrial más poderoso de Alemania
posee un imperio valorado en más de 20.000 millones de euros. Abarca
gigantescos consorcios como BMW, Milupa o Varta, propiedades inmobilarias
y un sinfín de empresas repartidas en el mundo entero. Cuatro generaciones
han bastado para que entre los 100 alemanes más ricos nada menos que
ocho lleven el apellido Quandt.
Algo más de un 10% de esta fortuna está en manos de cinco mujeres,
cinco hermanas, que pese a la sangre que corre por sus venas y al
inmenso capital que gestionan, no son conocidas, no aparecen en revistas,
no son unas Koplowitz a la alemana. Ni siquiera llevan el apellido
paterno. Como sigue siendo habitual en Alemania (aunque entre tanto
también se puede conservar legalmente el apellido de soltera), al
contraer matrimonio adoptaron el apellido de sus maridos. Pero este
quinteto de empresarias entre los35 y los 51 años no pueden negar
quienes son: hijas de Harald Quandt y nietas de Magda Goebbels, la
mujer que murió en el búnker de Berlín junto al ministro de propaganda
de Hitler, Joseph Goebbels, con quien se casó tras separarse de Günter
Quandt (hijo del fundador de la saga, el holandés Emil Quandt).
El hermetismo de la familia Quandt, sobre todo en el caso de esta
cuarta generación, es de sobra conocido. Nunca ha permitido el acceso
a sus archivos privados. No existen biografías autorizadas sobre
ningún miembro de la saga. El periodista alemán Rüdiger Jungbluth
ha roto el tabú, publicando este año una extensa y crítica biografía
sobre esta poderosa familia en la que ha querido reflejar sus grandezas
y miserias. Algunos de sus miembros decidieron finalmente hablar
con él, a sabiendas de que el libro se iba a publicar igualmente
sin su aprobación.
Después de la muerte de su madre, viuda de Harald Quandt, las
dos mayores decidieron fundar el Holding Harald Quandt para gestionar
conjuntamente su fortuna. Las cinco socias se reúnen al menos cinco
veces al año en Hamburgo, donde viven dos de ellas, o en Bad Homburg,
cerca de Stuttgart, para hablar de negocios y por qué no, también
de lo más personal.
La historia de los Quandt, que hasta entonces habían escrito sólo
los hombres, ha adquirido un sello femenino. Estas mujeres no sólo
han logrado consolidar la fortuna, sino ampliarla. Siguiendo el
ejemplo de su padre, invirtieron sobre todo en negocios inmobiliarios.
Es la segunda de las cinco hermanas, Gabriele Quandt, quien hace
las veces de matriarca (¿o debiéramos de decir aquí patriarca?)
y preside el holding que lleva el nombre de su padre. Quién diría
que en su juventud se movía en ambientes marxistas. La empresaria
no tiene problema alguno en reconocerlo: «Me entregué en cuerpo
y alma por la causa, pero ahora más que nunca creo que si a los
20 no eres comunista, no tienes corazón, y si a los 30 sigues siéndolo,
careces de razón». Por eso cambió el capital de Marx por el que
le explicaron en una escuela de negocios en París, donde estudió
antes de partir para Nueva York y trabajar en un banco de inversiones.
También su hermana mayor, Katarina, ha disfrutado de la libertad
que da el dinero. Heredó una de las pasiones de su tío Herbert,
los caballos, y se dedica a la cría. De Anette May-Thies se sabe
poco. Apenas que tiene cinco hijos y un amplio círculo de amistades.La
más joven, Patricia, estudió Biología Molecular en EEUU y vive en
Nueva York.
Más díscola aún que Gabriele fue Colleen-Bettina, que se convirtió
al judaísmo. La muerte de su padre cuando tenía cinco años y de
su madre a los 16 le impresionó fuertemente. Buscó refugio y lo
encontró en el credo judío. Al contrario que su abuela Magda, que
de tener un padrastro y buenos amigos judíos pasó, al unirse a Goebbels,
a profesar un antisemitismo radical, Colleen-Bettina sigue profesando
hoy el judaísmo. No supo hasta que cumplió 16 años quién había sido
su abuela. «En casa, nadie me lo había contado», explica.
Hablar de Magda era, necesariamente, hacerlo de los devaneos del
clan Quandt con el nacionalsocialismo, aunque la historia de estos
empresarios trasciende el periodo nazi. Antes de contraer matrimonio
con el eficaz ministro de Propaganda de Hitler, Magda estuvo casada
durante siete años con Günther Quandt. La historia de la que acabaría
convirtiéndose en una de las primeras damas del nazismo, siempre
estuvo unida a la de su ex marido. El principal vínculo fue su hijo
Harald Quandt, que vivió a caballo entre la casa de los Goebbels
y la de su padre, el rico industrial cuyos pasos acabaría siguiendo.
Harald, el padre de estas cinco herederas, creció al amparo de
su madre y de su padrastro. Hizo las delicias de su madre y de Goebbels
emprendiendo una brillante carrera militar como paracaidista.Creyó
en el ideal nazi hasta finales de la guerra, cuando su ilusión se
transformó en fatalismo y resignación. Su vida estuvo marcada por
un varapalo emocional tras otro. El más duro fue la muerte de su
madre y de sus hermanastras, algo que nunca entendió.Recibió la
noticia del suicidio colectivo de la familia Goebbels en un campo
de prisioneros de guerra en el norte de Africa.
Magda asesinó con arsénico a las cinco niñas que tuvo con Goebbels,
de entre 12 y cuatro años, para suicidarse luego junto a su marido.
En la carta que hizo llegar a Harald le decía: «Quiero que sepas
que me he quedado al lado de tu padre [se refería a su padrastro]
en contra de su voluntad. El domingo pasado el Führer quería ayudarnos
a salir de aquí. Pero ya conoces a tu madre -llevamos la misma sangre-
y para mí no había nada que pensar. Nuestro maravilloso ideal se
ha roto, y con él todo lo que era bonito, admirable, bueno y válido
en mi vida. Lo que venga después del Führer y del Nacionalsocialismo
no merece la pena ser vivido. Por eso me he llevado a los niños
conmigo ( )».
Resulta difícil creer que las hijas de Harald Quandt e Inge Bandekow
no conocieran con quién estuvo casado su abuelo, el patriarca Günther
Quandt. Aún resulta más complicado imaginar que no sabían nada de
la vida de sus abuelos y de cómo amasó la fortuna familiar.El patriarca
de los Quandt se benefició sobre todo de dos guerras mundiales.
Nadie fue capaz de pararle los pies, ni Goebbels, ni Hitler. Tampoco
después lo logró el tribunal bávaro que procesó al industrial por
sus actos durante la dictadura nacionalsocialista y acabó poniéndolo
en libertad, tras juzgarle mero «simpatizante».
Aunque apartado de la política, sí se afilió en 1933 al Partido
Nacionalsocialista Alemán. Es probable que Hitler le obligara a
hacerlo, y también a que contribuyera con importantes donaciones.Sea
como fuere, los submarinos alemanes y los misiles funcionaban con
baterías que salían de fábricas de industriales como Quandt o Krupp.
ESCLAVOS DEL NAZISMO
El abuelo de las cinco empresarias fue, además, uno de
los grandes beneficiarios de los esclavos del nazismo. A medida
que Hitler movilizaba más tropas, escaseaba la mano de obra. El
régimen nazi recurrió a las deportaciones forzosas de población
civil de los territorios ocupados para trabajar en las fábricas
alemanas en condiciones de esclavitud. En 1944 la empresa de baterías
AFA en Berlín empleaba a 5.800 personas, de las cuales un 40% eran
trabajadores forzados. Incluso cedió parte del terreno en que estaba
situada su fábrica más reciente en Hannover para levantar un campo
de concentración.
Mientras Quandt dirigía cómodamente sus negocios en Berlín, los
trabajadores de su fábrica presenciaban a diario la barbarie.El
industrial se encargó también de construir las barracas y las canalizaciones
del campo de concentración.
Si la buena estrella nunca le abandonó en los negocios, sí lo
hizo en el amor. Su primera mujer murió joven y la segunda solicitó
el divorcio tras siete años de matrimonio. Magda encontró poco después
en Joseph Goebbels, el gran amor de su vida. Se enamoró de uno de
los más devotos servidores de Hitler porque era un gran orador,
emotivo y apasionado, todo lo contrario que su ex marido. Goebbels
veneraba a Hitler como a un ser divino y descubrió en Magda no sólo
una fiel servidora a la causa nazi, sino además un gran apoyo, pues
Goebbels, depresivo, dependía enormemente de ella, con la que tuvo
cinco hijos.
El artífice de la fortuna Quandt, en cambio, no volvió a casarse.Dedicó
su vida a los negocios y a preparar la sucesión de su imperio. Sus
dos hijos, Harald, fruto de su unión con Magda Goebbels, y Herbert,
de su primer matrimonio, habían de mantener unido lo que había levantado.
Pero con la muerte de Harald, en un trágico accidente de avión cuando
éste sólo tenía 45 años, el imperio comenzó a desmembrarse.
Aunque no por eso ha dejado de crecer. Se ramificó. El patrimonio
de la tercera y última mujer de Herbert Quandt y de sus dos hijos
es 10 veces mayor que el de sus cinco primas. De hecho, Stefan Quandt
está considerado el soltero más codiciado de Alemania.Junto con
su hermana Susanne Klatten (de soltera Quandt) y su madre, Johanna,
poseen casi un 50% de las acciones de la casa automotriz BMW. A
sus 35 años este economista sigue pensando en ampliar el consorcio
y lo más probable es que le falte el tiempo para pensar en fundar
una familia con la que perpetuar, como hicieron su padre, su tío
y su abuelo, la exitosa saga familiar.
El libro «Die Quandts» (los Quandt, editorial Campus), de
Rüdiger Jungbluth, acaba de ser publicado en Alemania